Continuidad o cambio, por Francisco Moreno

La contienda electoral adelantada empieza a demostrar las tendencias que podría tener la administración que se haga cargo del periodo 2024-30. En materia de salud, las opciones son dos, o continuar en esta fantasía de que vamos muy bien y ya pronto seremos Dinamarca, o bien, cambiar de estrategia y empezar a cimentar lo que llevará mucho tiempo reconstruir.

El costo en salud ha aumentado en todo el mundo en forma progresiva desde 1960, a excepción del 2020. Contrario a lo que uno pensaría, el gasto disminuyó en plena pandemia por Covid-19. La cancelación de procedimientos quirúrgicos, el abandono de tratamientos crónicos por parte de personas preocupadas por ser contagiadas en los hospitales, así como la disminución de infecciones respiratorias y digestivas por las medidas que se usaron para evitar contagiarse de Covid, fueron las causas de este descenso. Desafortunadamente la tendencia ha vuelto a cambiar y la salud cada vez resulta más cara.

La población del mundo aumenta; en el 2021 hubo prácticamente el doble de nacimientos que de fallecimientos. Se alcanzó la cifra de 7.8 mil millones de personas habitando el planeta. Mientras más seres humanos vivamos, mayor necesidad de gasto en salud. La expectativa de vida en el mundo pasó de 47 años en 1950 a 73 en 2020. Sabemos que conforme avanza la edad, es más común tener enfermedades crónico degenerativas, lo que incrementa los costos de salud de los individuos. También es cierto que nos encontramos en medio de una revolución tecnológica que empieza a generar muchos cambios en beneficio de la salud. Estos avances, sin embargo, siguen siendo costosos, lo cual encarece aún más la salud.

Entonces, ¿cómo hacerle para optimizar los recursos en salud y al mismo tiempo permitir que todos nos beneficiemos de esos adelantos tecnológicos, a pesar del aumento en el número de habitantes y el cambio en la pirámide poblacional en donde cada vez hay más adultos mayores? ¿Cómo gastar menos y ser más eficientes para tener cantidad y, sobre todo, calidad de vida?

A pesar de lo complicado que parece, el ejemplo de que sí se puede eficientar la salud lo empiezan a mostrar países nórdicos. En el caso de la tan mencionada Dinamarca, el número de camas de hospital ha disminuido de 8.6 por cada mil habitantes en 1960 a 2.9 en el 2021. Este país ha logrado disminuir los costos de hospitalización; cada vez hay menos enfermos que requieren una cama de hospital y por lo tanto ese dinero se puede emplear en programas para que la gente se mantenga sana. Una población con buena salud es más productiva, vive más tiempo y tiene mejor calidad de vida. Los programas preventivos incluyen educación, chequeos médicos periódicos, detección temprana de enfermedades con tratamientos oportunos.

Para muchos gobiernos, incluyendo el nuestro, la prevención no es importante porque requiere de planeación y tiempo antes de dar resultados. Al gobierno le interesa apantallar con la inauguración de un hospital nuevo, aunque no esté terminado y se encuentre medio vacío. Eso da votos, no así programas de educación y prevención que tendrán impacto 10 o 15 años después.

La desaparición del Insabi ha dejado a millones de personas sin cobertura en salud. Las alternativas para ellos no incluyen prevención, con suerte tendrán atención médica en caso de presentar alguna emergencia, pero las consultas para prevenir, diagnosticar en forma temprana y educar al paciente para que realice cambios en su vida que puedan llevarlo a una mejor calidad de vida, son impensables en este momento.

Sin inversión, sin prevención y sin planeación estaremos destinados a seguir destruyendo lo poco que queda teniendo una población cada vez más enferma y con menos posibilidades de recibir medicina de calidad. Si el discurso es que las cosas van bien y que hay que continuar como vamos, las consecuencias serán tan catastróficas como lo ha sido la gestión en salud del actual gobierno.

Por Francisco Moreno Sánchez, Periódico Reforma, 2 de agosto del 2023

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